Psicóloga Vanesa Pérez Padilla

Dos manos que representan el duelo anticipatorio

Duelo anticipatorio

El duelo anticipatorio es aquél que se centra en una pérdida que vendrá en lugar de en una pérdida que ya ha ocurrido.

 

Utilizado por la primera vez por el psiquiatra Erich Lindemann (The Symptomatology and Management of Acute Grief), en 1944, indica aquellas fases anticipatorias de duelo que facilitan el desapego emotivo antes de que ocurra la pérdida.

Jaramillo (De cara a la muerte, 2001) nos dice que todo proceso de duelo anticipado se inicia, no con la muerte del ser querido, sino a partir del diagnóstico de enfermedad fatal de éste, lo que podría permitir a familiares y amigos prepararse y anticipar la pérdida, viviendo en forma cotidiana las múltiples situaciones negativas que la enfermedad los obligará a afrontar. La anticipación  ayuda a prepararse para la muerte y poder realizar la despedida de su ser querido. El enfermo o doliente inicia su etapa de duelo, donde se observan cambios de conducta, períodos de negación en los cuales seguirá viviendo como si no estuviera enfermo o como si no supiese que va a morir. Cuando cede la negación el enfermo tendrá sentimientos de tristeza, miedo, angustia ante la muerte, preguntas sin respuesta, revisión de su proyecto de vida si cumplió con este o dejo pendientes, el dolor de tener que separarse de sus seres queridos…

En general se pueden atravesar las mismas fases que en el duelo convencional: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, pudiendo durar desde varios días hasta años. Es habitual sentir tristeza acompañada de llanto; ansiedad ante la tremenda incertidumbre que sentimos, sensación de soledad (como el duelo anticipatorio puede hacernos sentir culpabilidad, podemos aislarnos para evitar hablar del tema con otras personas), ira (sensación de injusticia), frustración por no poder cambiar la situación…

Si sabemos procesarlo de forma adecuada, la anticipación podría ayudarnos a prepararnos para lo que nos espera, ofreciendo la oportunidad de compartir sentimientos y prepararse para la despedida, pero no siempre va a ayudar a acortar el proceso de duelo una vez se acerque el desenlace. Esta anticipación puede tener tanta fuerza como el acontecimiento propiamente dicho.

No todas las personas nos enfrentamos de la misma forma a las situaciones que experimentamos. Hay quienes atravesarán un duelo anticipatorio y quienes no lo harán; ambos casos son normales.

Es vivido por las  personas afectadas y su entorno, especialmente cuando se trata de enfermedades crónicas o en fases terminales. En estos casos se debe considerar que el hecho de establecer un pronóstico de supervivencia puede crear problemas; cuando los familiares esperan la muerte del ser querido en un plazo más o menos concreto y esta no llega, se produce el llamado síndrome de Lázaro: los miembros de la familia pueden ser incapaces de restablecer vínculos emocionales con el enfermo y pueden sentir frustración, angustia y un cierto resentimiento porque la muerte esperada no haya ocurrido.

Otras veces, se percatan de la situación cuando hay una recaída. Sin embargo, justo cuando se sienten preparados para la muerte inevitable, el paciente entra en una fase de mejoría o de remisión. Estos supone unos cambios emocionales que pueden ser traumáticos.

En todo caso, el duelo anticipado es el primer acto de un proceso de dolor afectivo que culminará en duelo propiamente dicho después de la muerte. Mientras que en este último duelo el estado anímico que predomina en el doliente es el deprimido, en el duelo anticipado prima la angustia.

El duelo anticipado también se da en los cuidadores profesionales, pudiendo complicarse y disminuir igualmente la calidad de los cuidados ofrecidos, así como ante la espera de un diagnóstico de una enfermedad o condición que conlleve una discapacidad, propia o de un familiar. Van a ver su deteriormen sus funciones mentales, físicas y psíquicas; todo esto lleva a generar en sus familiares una gran ansiedad, impotencia en no poder ayudar a su ser querido, angustia, dolor, sensación de pérdida y el vacío que dejará su familiar enfermo.

En ese tiempo la incertidumbre, el miedo y el desconocimiento ante los resultados van a ir acompañados de la reelaboración de pensamientos, creencias, mientras se trata de reestructurar una futura nueva realidad y se lidia con todo tipo de emociones.

En conclusión, el duelo anticipatorio ayuda a prepararse y a elaborar el duelo propiamente dicho. Cuando no se produce, como es el caso de la muerte imprevista y repentina (infarto, accidente, asesinato, …), el riesgo de que se encuentren dificultades para gestionarlo y este se tranforme en patológico es mucho mayor.

 

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