Desde el momento en el que la prueba de embarazo da positivo todo tu mundo gira en torno a saber más. La ilusión toma las riendas y tu universo se enfoca en leer, ver, aprender, consultar.
Te conviertes en una experta en cada mes de gestación, en temas de parto, lactancia, carros y sillas para el coche. Y encontramos toda esa enformación a un click de distancia.
Pero entonces llega un día en el que en una ecografía, una analítica, una prueba se detecta algo anormal. De pronto todo lo que creías saber no te sirve de nada.
Tu hijo no come, no duerme, llora constantemente, convulsiona, no gatea, no camina, no habla, no sonríe…
Tu hijo no te mira, no se deja coger, no puedes abrazarlo.
Y buscas y buscas pero no lo encuentras.
¿Dónde queda todo lo aprendido previamente, para lo que te estabas preparando?
Ninguna matrona te ha informado, ningún profesional, no te han hablado de ello en clases de preparación al parto. Y HA PASADO. Y ahora no sabes qué hacer, dónde acudir. Solo estás perdida, con miedo, desbordada y triste.
No encuentras consuelo con tus amigas, ni con las madres del parque. No te identificas con ningún libro de los que tienes en casa. y es que solo encuentras información de cosas que deberían suceder en el desarrollo de tu pequeño y no suceden.
La realidad es que te inicias en una maternidad a ciegas, abriéndote paso a base de caídas.
Hasta que vas aprendiendo.
No hay receta mágica, ni soluciones universales, y constantemente surgen nuevos desafíos sin respuesta.
Y en este momento no podemos olvidar que ahí fuera hay muchas personas como nosotros, viviendo maternidades y paternidades diversas. Personas a las que podemos ayudar y a las que podemos acudir, generando una red de apoyo. Familias que podemos encontrar en nuestros colegios, asociaciones, grupos de terapia, redes sociales…
No estamos solos. Hay familias acompañando a familias. Y nosotros podemos ser una de ellas.
Demos el paso para ir escribiendo esos manuales de vida que no existen.