A veces creemos que para sentirnos acompañados necesitamos grandes gestos: una tarde entera con amigos, una conversación larguísima, tener tiempo de sobra para “ponernos al día”… Pero, ¿y si os dijera que solo bastan ocho minutos?
El estudio de los ocho minutos
Un reciente estudio dirigido por el profesor Jeffrey Hall, de la Universidad de Kansas, demostró que una conversación de apenas ocho minutos entre amigos podía reducir la soledad y mejorar el bienestar emocional.
El estudio, publicado en Communication Research en 2023, analizó a más de 900 participantes de distintas edades. Se les pidió que mantuvieran conversaciones breves con alguien cercano, y los resultados fueron muy claros: sentirse escuchados durante unos minutos fue suficiente para mejorar el estado de ánimo y reducir el estrés.
Puede parecer poco, pero el impacto fue enorme. ¿Por qué?
Porque lo que verdaderamente nos alivia no es el tiempo, sino la calidad del vínculo. Una conexión auténtica, aunque sea breve, tiene un efecto terapéutico.
En momentos de soledad no deseada —esa que no se elige y que pesa, y que los que convivimos con la discapacidad conocemos muy bien—, una charla simple puede actuar como un ancla. Nos recuerda que seguimos formando parte de algo, que hay alguien al otro lado.
Haber encontrado este estudio me parece todo un hallazgo; el saber que hay un rayito de luz, que podemos cambiar el enfoque de esa soledad sabiendo que no hace falta esperar a tener “el momento perfecto” para hablar con alguien. A veces, un mensaje de voz preguntando “¿cómo estás hoy?”, una llamada rápida o un café improvisado puede marcar la diferencia.
Pero ojo, porque también nos pone en otro lugar: el de quienes podemos ser esa llamada para alguien.
Porque quizás tú hoy estás bien. Pero hay alguien que no. Y tus ocho minutos pueden convertirse en su pequeño salvavidas del día.
Como madre de un hijo con grandes necesidades de apoyo y gran dependiente, sé bien lo que es vivir en una burbuja emocional, donde muchas veces una se siente invisible, desconectada. También sé que no siempre podemos sostener grandes redes ni llevar a cabo planes ambiciosos. Pero una conversación informal, sincera, aunque breve, puede tener un poder transformador.
No subestimemos el valor de ese pequeño gesto.
No lo dejemos para luego.
Hoy, más que nunca, necesitamos volver a mirarnos, aunque sea a través de una pantalla.
Así que hoy os invito a hacer la prueba.
Dedicad ocho minutos a hablar con alguien.
Y si podéis, pensad a quién podríais regalárselos.
Os aseguro que no es poco.